La mujer en el contexto de una fiesta

Para quienes están acostumbrados a la lectura atenta y reflexiva de la palabra de Dios es notorio la ausencia de nombres en las narraciones de los evangelios. Estamos habituados a los nombres de decenas de personajes que acompañan o siguen a Jesús y llegamos a la conclusión de que todos ellos tienen un nombre y un rostro.

Lo cierto es que la mayoría de las veces, fuera de los discípulos, fieles y seguidores de Jesús, así como la frecuente mención de los Doce o alguno de sus miembros destacados, la mayoría de las personas que giran en torno a Jesús son personajes anónimos, sin rostro, sin nombre, sin detalles. Y esto es muy notorio, por ejemplo, en el evangelio de Marcos.

El autor del segundo evangelio tiene la costumbre de extenderse enormemente en algunas de sus narraciones, basta recordar los veinte versículos de su narración del endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-20): aquel hombre que vivía entre los sepulcros, cargaba cadenas, se golpeaba con piedras y gritaba constantemente. Marcos es tan prolijo en el relato que lo único que falta por añadir es el nombre del personaje, sin embargo, Marcos no nos dice nada.

Lo mismo podemos decir de su relato del padre que discute con los discípulos de Jesús porque no pueden expulsar a un demonio que atormenta a su niño (Mc 9,14-29); el pasaje es tan largo que se echa en falta un nombre sea el del niño o el padre, pero, Marcos vuelve a callar.

En medio de estos silencios destaca el de aquella mujer que, con cierta dulzura y ternura, quiebra un frasco de un perfume de nardo muy caro (Mc 14,3-9). La gente la increpa por el despilfarro, pero Jesús hace hincapié en el amor desmedido que no lleva cuenta de los gastos, de los dolores, de las exigencias, de la entrega, de la disposición a darlo todo. Jesús es de esos bienes que valen la pena todo gasto, todo despilfarro, toda entrega, todo don y hasta el abandono de sí mismo.

De ella afirma Jesús que todos sabrían el modo en que se había portado con él. Pero, curiosamente, nadie nos trasmite su nombre: es una mujer anónima, es cualquier mujer, es toda mujer que ha encontrado en Jesús el sentido de su vida, el rumbo de su existencia, el camino a tomar y a seguir. Esa mujer con un nombre y un rostro ha llegado hasta nosotros sin rostro, historia y nombre para enseñarnos que en los momentos menos esperados y en los lugares más comunes y ordinarios podemos encontrarnos con algo extraordinario, con Alguien excepcional.

Aquella fiesta tomó un giro nuevo con la presencia de la mujer que está dispuesta al dispendio y el despilfarro si a quien se le muestra el amor es Dios mismo. El ser humano jamás podrá ofrecer a Dios más de lo que Dios le da. El amor sin medida de la mujer le ganó un lugar en los evangelios, aunque no sepamos nada de ella. Solo sabemos que amaba a Jesús con un amor desmedido. ¿Acaso un amor desmedido no dice mucho de quien ama de esa manera?

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

Recordemos que pasamos a la historia no por lo que alcanzamos, logramos o conseguimos, sino por lo que hacemos por los demás y no solo por quienes son importantes para nosotros. Amar sin medida dice mucho de nosotros, es más, lo dice todo, aunque nuestro nombre sea desconocido y nuestro rostro permanezca en la penumbra. Jesús nos enseña que amar y servir no requiere de fama, sino de disposición total y entrega absoluta. Tal como él vivió.

8 respuestas a «La mujer en el contexto de una fiesta»

  1. Si tiene razón solo nuestras acciones que hacía los demás es lo que sigue de nosotros en este mundo después de la muerte muy buena reflexión gracias me sirven de mucha ayuda cada mensaje que me envían Dios los bendiga y los ayude a que sigan guiándonos

  2. LA MUJER ES LO MAS BELO Y AMOROSO DE LA CREACIÓN, LA HIZO DE NOSOTROS, ES POR ELLO QUE NO PODEMOS HACERLO TODO, ELLAS HACEN LO QUE NOSOTROS NO ALCANZAMOS, EL COMPLEMENTO PERFECTO Y LA MAS GRANDE MANIFESTACIÓN DE AMOR PARA EL HOMBRE. TAN GRANDE QUE MUCHAS VECES NOS RESULTA DIFICIL ENTENDERLAS, PERO CLARO ESTA, QUE SI REFLEXIONAMOS, LO LOGRAREMOS.

  3. SEÑOR JESÚS , hago mías las palabra de san Ignacio de Loyola : toma SEÑOR y recibe todo lo que tengo y poseo , Tu me lo has dado y a Ti lo devuelvo ,todo es tuyo , has de ello lo que quieras , solo dame Tu AMOR y Tu GRACIA , que eso me basta .

  4. Todo lo que tengo y todo lo que soy viene de ti Señor, lo único que tengo es mi voluntad y capacidad de elegir Señor, y decido ponerlo a tus pies con tal de enseñarme amar como tu me amas que es uno de mis mas grandes anhelos

  5. Señor, te ruego que no permitas mi desdén al olvidar que tu eres quien provee lo que yo tengo. Permiteme compartir con quien lo necesite y que en mí sea siempre tu santa voluntad. Amen.

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