Entraré en su casa y cenaremos juntos los dos (Ap 3,20)

Hemos ahondado sobre el sentido de la fiesta, el banquete, el festejo, la alegría, el encuentro, la amistad, compartir, derrochar, echar la casa por la ventana. Los seres humanos somos seres de ritos: nos gusta marcar los tiempos e interrumpirlos mediante celebraciones, fiestas, celebraciones especiales. Es algo como lo que hacemos con el trabajo, que laboramos seis días a la semana y descansamos uno; es el modo de descansar, desaturdirnos y regresar a la “rutina”.

Los judíos también tenían el Sabbat como día de descanso, incluso antes que como día de celebración o culto. Los pasajes del Éxodo (cap. 20) y del Deuteronomio (cap. 5) relativos al día de reposo tienen dos razones distintas. El Éxodo afirma que hay un día de descanso porque Dios trabajó seis días y descansó el séptimo; el Deuteronomio, por su parte, recuerda más bien la esclavitud en Egipto y la liberación que Dios otorgó al pueblo, dejando de ser un pueblo esclavo para convertirse en el pueblo que sirve al Señor su Dios. Ambas legislaciones insistían en que el descanso aplicaba para todo mundo, incluidos animales domésticos usados en el trabajo, forasteros, esclavos y migrantes temporales. Todos tenían derecho a descansar.

Todos recordamos aquel capítulo XXI de ‘El Principito’ y su encuentro con el zorro. En dicho capítulo el zorro educa al Principito sobre ritos, fiestas, encuentros y domesticación. Para el zorro la domesticación consiste en ‘crear vínculos’, es decir, establecer dependencia, amistad, cariño, afecto, comunión, necesidad uno del otro. El zorro explica al Principito que un rito es aquello que hace diferentes unos días de otros o que una hora sea diferente de otra.

Una parte muy hermosa es durante la despedida. El zorro dice que llorará y sufrirá por la partida y la ausencia del Principito y este le dice que no ha ganado nada haciéndose amigo del Principito y el zorro le dice que sí gana ‘a causa del color del trigo’, porque el color del trigo y el rumor del viento entre sus espigas le traería a la memoria el recuerdo de su amigo.

Los seres humanos tenemos miedo a sufrir y nos encerramos en nuestro caparazón; preferimos la soledad o vivir en el aislamiento y no caemos en la cuenta de que, cuantas personas pasan por nuestra vida y dejan una huella en nuestro corazón, son razones suficientes para gozar de la vida y disfrutar de la existencia, aunque nos abatan el dolor, la tristeza y la desesperación.

Jesús ha prometido a los suyos, a quienes atienden a su llamado entrar en su casa, sentarse a su mesa y comer a su lado, como dos amigos, como íntimos, como cercanos. La comida y la fiesta siguen siendo indicadores de la alegría de tener alguien a quien amar, con quien compartir, alguien que esté a tu lado cuando te hace falta o cuando sufres, alguien que te enjugue tus lágrimas o te ofrezca un hombro donde apoyarte. Jesús quiere ser esa persona importante, valiosa y trascendente en tu vida. Alguien que sea fundamental para ti; alguien con quien establezcas vínculos.

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

Crear vínculos con personas valiosas, cercanas e importantes, cuidar dichos vínculos, mejorarlos, perfeccionarlos, purificarlos. Pero, Jesús también quiere tener un estrecho vínculo con nosotros. Démosle esa oportunidad, pero, sin olvidar, que establecemos vínculos con él, cuando acogemos al que sufre, al necesitado, al pobre, al desamparado, al pequeño y al vulnerable. Un año nuevo es una gran oportunidad para abrir el corazón a quienes nadie acoge, recibe ni socorre.

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