El Pastor que pone una mesa

Todos conocemos el salmo 23, aquel que dice: “El Señor es mi pastor, nada me falta.” Es un salmo que despierta confianza en la gente que lo reza, le da esperanza y le permite tener la certeza de que, al final, pase lo que pase, vencerá y saldrá adelante.

Lo bello de esta oración es que el salmista se presenta como una oveja confiada, porque su Señor va con ella, le acompaña, le cuida, le protege, la alimenta. Que el pastor tiene cuidado de alimentar a la oveja se descubre porque declara que Dios le hace reposar en verdes prados y le conduce hacia fuentes tranquilas para reparar sus fuerzas. (Sal 23,2)

Una de las notas más de la Biblia es que presenta a un Dios que tiene cuidado hasta de los animales. El día sábado se obliga al fiel judío a permitir descansar a sus esclavos y a sus ganados (Ex 23,12), además, se le obliga a dejar que el buey que ayuda durante el levantamiento de la cosecha, coma de lo mismo que encuentra en su camino. (Dt 25,4).

Los autores de la Biblia recurren constantemente a las comparaciones para ilustrar, lo mejor posible, la manera en que se descubren delante de Dios. Ser una oveja no tiene nada que ver con no tener seso o ser tonto o ir en manada sino que es un modo de declarar que Dios cuida de ellas, vela por su vida, las alimenta, protege y ampara.

El mismo salmo pasa de la imagen de la oveja a la del hombre al que se prepara un banquete lleno de grandes manjares, en el que Dios muestra sus cuidados para con él perfumando su cabeza y le llena su copa para que celebre lleno de dicha y felicidad.

Jesús declarará que él es el buen pastor por excelencia, que da la vida por sus ovejas, porque son suyas, las ama y se las ha dado su Padre. El amor de Jesús es tal que sirve en la mesa su cuerpo y su sangre, ¿se puede ser más desprendido y mostrar un mayor amor?

¿QUÉ DEBEMOS HACER?

Imitar la generosidad y benevolencia de Dios con sus criaturas, sin descuidarlas, sin minusvalorarlas, recordando que, si puedes ser benevolente con los animalitos, mayormente lo debes ser con el prójimo, poniendo a su disposición cuanto eres y tienes, del mismo modo que lo hace Jesús.

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