Del memorial a la presencia real

Uno de los pasajes más emblemáticos del Nuevo Testamento es el de la institución de la eucaristía; tan significativo es, que la narración aparece en cuatro pasajes: Mateo, Marcos, Lucas y 1 Corintios. El suceso está encuadrado en el ciclo de la pasión, en el que se nos dice que Jesús entró en Jerusalén, tuvo una última cena festiva con sus discípulos y amigos, fue prendido, crucificado, muerto y sepultado. En medio de todos estos acontecimientos en los que destacan el abandono, la traición, el miedo, el prendimiento, la condena, la muerte y la sepultura, como un oasis en medio de un desierto, se encuentra la narración de la última cena y la institución de la eucaristía.

En los tres evangelios se narran más o menos los mismos sucesos: se conspira contra Jesús, se anuncian la traición de Judas y las negaciones de Pedro, los preparativos de la última cena, la cena misma, la institución de la eucaristía, la agonía de Jesús, su prendimiento y el juicio y condena, con las variantes propias de cada autor.

Lucas y Pablo recuerdan a sus comunidades que Jesús les pide que hagan las mismas acciones “en memoria mía”. Y desde los orígenes de la Iglesia, las comunidades se reunían los domingos para celebrar el memorial de Jesús comiendo pan y bebiendo vino, que son cuerpo y sangre del Señor.

Pero al evangelista Juan, que nos narra este acontecimiento, le debemos el paso del memorial (recuerdo que tiene efecto en el aquí y ahora) a la convicción de que el pan es la carne de Jesús y que el vino es su sangre y que comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre tenemos vida en nosotros. (Jn 6,51-58) La Iglesia cree que el pan eucarístico es la carne de Jesús y el vino consagrado, su sangre, puesto que no hay nada que Jesús se reserve para sí mismo y se lo niegue a sus discípulos y seguidores. Él mismo nos invita a estar dispuestos a darlo todo por los demás.

¿QUÉ DEBO HACER?
Preguntarte qué estás dispuesto a dar en favor, primero de los más cercanos e importantes a ti, pero, luego tienes que dar el paso de ser capaz de darlo todo por los demás, porque eso es lo que más te asemeja con Jesús que nos enseña: “nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”. (Jn 15,13)

2 respuestas a «Del memorial a la presencia real»

  1. Es el regalo más grande que Jesús dejó a la humanidad, a su pueblo, el cuerpo y la sangre de su santísima divinidad, es la fuerza de su mismo el que nos alimenta y fortalece. No tengo con que agradecer a Jesús este memorial de amor, más que entregándole mi corazón y mi vida.

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